viernes, 17 de abril de 2009

La belleza


Dicen que el ideal de belleza se adquiere en la adolescencia, y después es muy difícil deshacerse de él. Estoy de acuerdo. Intento cambiar el mío todos los días, y soy presa de mi pasado cada vez que me vuelvo a dar cuenta de lo imposible de mi empresa. Está demasiado arraigado en mi interior, es más potente que una ideología política o una actitud vital. No obedece al cerebro, está enfrentado con toda lógica. Y lo peor de todo, es que ni yo mismo soy capaz de describirlo.

¿Qué es la belleza? Existirán millones de definiciones teóricas, pero ¿qué es aquello que me provoca atracción hacia otras personas? Y no me refiero a si me gustan rubias o morenas, altas o bajas, gordas o delgadas, con o sin tetas, pelo corto o largo, pantalones o falda. Cualquiera puede operarse, teñirse y cortarse el pelo, pintarse o no las uñas, comprar en Zara o en El Rastro. Me refiro a si me gusta que huelan a hogar o a marihuana, si sonríen llenándote de vida o si te miran con los ojos grandes y atentos, si caminan sin hacer ruido o si llevan un cascabel atado a la mochila.

Por todo eso, mi ideal de belleza se aleja cada vez más de lo físico para instalarse en un remanso subjetivo que ni yo estoy autorizado a modificar. Lo que está claro es que cada vez me alejo más de la perfección, rumbo a determinadas imperfecciones.

Fotografía tomada por Santiago Álvarez

No hay comentarios: