martes, 21 de abril de 2009

J y N

De la noche a la mañana, me independicé. El primer fin de semana, me lo pasé bebiendo y vomitando a partes iguales. Por eso, no fue hasta el lunes cuando tomé consciencia de mi nueva situación. Sonó el despertador, abrí los ojos, y todo a mi alrededor era nuevo: mi cama, los muebles -cuando me mudé, ni siquiera había-, el olor de la casa. La ducha, las neveras, la ruta hasta el trabajo. La ausencia de mi madre. Mis compañeros.

Huyendo de Chávez se topó con la crisis mundial; al igual que yo, huyendo de la dependencia materna, me topé con él. J llegó con la maleta llena de deseos, la cabeza repleta de dudas, y el corazón hasta arriba de sueños. Deambuló por Madrid, imagino que se dejó devorar por ella como todos hemos hecho. Conoció el metro, El Retiro, las aceras, los bares. Y no creo que tardase demasiado en camuflarse entre el resto del mosaico de la ciudad. Al fin y al cabo, ¿quién puede ser, hoy, diferente? Un buen día, vio un anuncio en el periódico, se alquila habitación, y desde entonces, vive con N.


Conozco a N desde hace varios años. Tiene la voz ronca, y quizá sea la única parte áspera de su ser a la que le permite comportarse así. Al resto, trata de imponerle una ley de regaliz dulce. Es un animal nocturno, que se esconde del sol bajo unas gafas grandes, un sombrero a cuadros, o unos tirantes. El mañana no existe, la vida es una sucesión de días que nos mecen hasta el siguiente, y N siempre vive en el hoy. A veces, llega a casa por la mañana, transformado, y tira por la ventana lo que no le gusta de la casa, y de él mismo. Al día siguiente se despierta curado, y J y yo lo recibimos abiertos de brazos.


Por si fuera poco, ahí fui a entrar yo. Un poco asustado, pero libre al fin. Me fui haciendo a nuestras nuevas costumbres: el armario roto del pasillo, la música de N por las mañanas, el acento de J y las exóticas palabras que utiliza. El olor permanente a marihuana, la bici aplastada contra el tendedero. La caldera renqueante, la x box -qué pronto nos acostumbramos a lo bueno-, las fiestas en el salón. El portero, las nuevas vistas desde la ventana, los sonidos de los vecinos, distintos a los que escuchaba desde la casa de mi madre. Me acostumbré a todo esto, y a más.


Quizá es a mí mismo a lo que más tardo en habituarme. Que dos hombres te abran las puertas de su casa, facilita mucho las cosas.


Gracias.

1 comentario:

NuKo (N) dijo...

Que más podría decir yo si tu ya lo has dicho todo con la fluidez que te caracteriza (tanto en lo literario como en lo personal).
Un verdadero placer abrirte las puertas de mi morada, a veces no tan humilde, a tu persona una y otra vez.
Espero haberte dado tan solo la mitad de todo lo que tu me has dado a mí con tu llegada. Aguantar un caracter como el que tengo, en algunas ocasiones un tanto inestable, tiene mucho merito por tu parte.
Por eso y mucho mas, GRACIAS a tí también por entrar en nuestras vidas de una forma tán directa.
Pero como dirian en PULP FICCION, "dejémonos de chuparnos las pollas todavía" que esto sigue para adelante con más ilusión si cabe.
Llegar del trabajo y encontrar un par de especímenes como ustedes, es más de lo que nadíe podría soñar.

PD: en un día tan difícil en mi vida como el que he tenido hoy en el trabajo, haberte leido ha amortiguado una caida estrepitosa.Thanks again!