viernes, 17 de abril de 2009

Viernes + Sábado de Ceniza


Donde hubo llama, siempre queda ceniza, dicen. Digo, yo también. Tanto es así que mi corazón más parece un cenicero que un músculo. La verdad, creía que estaba limpio, que no había brasas que soplar para que ardiesen. A punto he estado de volver a quemarme, de no ser por la ducha fría de esta mañana -bendita caldera estropeada-.

Fuimos uno durante años, y fui separándome de ella poco a poco, empujado a veces por el orgullo, a veces por la juventud, pues siempre creí haberla conocido demasiado pronto. Necesitaba -o así lo creía- volar libre durante un tiempo, para poder después recalar en su nido y quedarme en él toda la vida. Era joven, y por consiguiente, estúpido. Y lo sigo siendo. Joven, digo. Y estúpido, también, pero menos. Me parece.

Le hice daño, le pedí perdón con el paso de los años, pero todavía hoy me siento culpable. Es inaudita mi capacidad para perdonar los errores de otros, y lo exigente que soy conmigo mismo.

Ella volvió a aparecer en mi vida, casi por azar, el otro día. Estaba bien, ella. Mi vida, más o menos también. Lo que no sabía ni aún sé es la trascendencia del encuentro, que fue doble, viernes más sábado.

El domingo tenía, por ende, doble resaca.

Fotografía extraída de directoalpaladar.com

No hay comentarios: