jueves, 23 de abril de 2009

Bienvenido


Las paredes de piedra y acero
te dijeron adiós. Te reciben
entre ayes tu madre y el cielo,
y tu vida, y también quien escribe.

Y tus ojos, una chispa viva;
y tu piel, con un suave moreno;
pantalones rotos, y camisa;
y jirones de oro por el pelo.

Y te metes de lleno en las luces
de Madrid. Y, cómo pasa el tiempo,
¿no fue ayer cuando fuiste de bruces
contra el suelo oscuro del talego?,

¿no fue ayer cuando mandabas cartas,
y con ellas decías te quiero?
Pero es hoy cuando más hace falta
olvidar lo que hiciste. En el tiempo

que pasaste lejos de nosotros,
con tu voz se meclaba el silencio,
y tu ausencia eran tres platos rotos
resonando en el eco de un templo.

Nada tiene de qué arrepentirse
el que llora y sufre su condena:
si no, no habrá valido la pena
entre cuatro paredes morirse.

Fotografía extraída de blog.pucp.edu.pe

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