domingo, 13 de septiembre de 2009

Domingos

Los domingos son tristes, pero en mi barrio, más. Y más cuando el verano dice adiós por la ventanilla del tren, y la tarde invita al otoño, que se presenta como un cuentachistes en el velatorio de lo que fuimos. El otoño está aquí, junto a la vuelta al cole, el inicio de la Liga, las primeras lluvias y el recuerdo del verano en que comprendí que somos el gorila del anuncio.

Los domingos son tristes, sobre todo cuando al día siguiente tienes que madrugar, y más aún cuando no soy capaz de disfrutar mis días libres y prefiero quedarme en casa martilleando el teclado del ordenador. Son tristes, y el móvil se me ha roto, y nadie me llamará alegrándome la tarde. Nadie recogerá los restos de pizza hasta mañana, ni vaciará los ceniceros, ni cerrará la maldita ventana que golpea virulenta su marco, rítmicamente, como los latidos del corazón de mi casa.


Los domingos son tristes, porque son un punto de inflexión entre la semana pasada y la que viene. Futuro y pasado confluyen en el domingo, y ambos no son nada, y lo son todo a la vez, y me mareo sólo de pensar que el presente no existe y a un tiempo es lo único que hay. Porque ya todo olía a ti, y tus ojos eran mi jacuzzi, y hoy me los han cambiado por la película de Antena 3.


Los domingos son tristes, sobre todo si estás solo y la boca te sabe al ron de anoche, y la cabeza te duele al recordar lo que no hiciste y lo que te hicieron. Los domingos son tristes, sobre todo si tú también lo estás.


Fotografía extraída de geo.ya.com

domingo, 6 de septiembre de 2009

Amaneceres

Cuando tengo las respuestas, cambian las preguntas. Cuando menos me lo espero, los recuerdos se aparean con las imaginaciones, dando a luz imágenes infames, capaces de provocarme el dolor más intenso y cruel, imágenes a las que asisto embelesado sin poder apartar la mirada, autolesionándome.

Cuando creo que todo me da igual, que el peor daño ya está hecho, me topo de bruces con mi propio cerebro, que recrea tus gemidos para con otro, tus mentiras para conmigo, tus actuaciones dignas del Goya. Cuando menos me lo espero, todo eso está ahí y salta sobre mí, y ya no tengo fuerzas para correr y escapar porque las he invertido todas en tratar de perdonarte.


Cuando pienso lo que has sido para mí, me veo pequeño.


Ayer desayuné un sandwich de orgullo. Ñam. Y a mediodía, unos filetes de odio con guarnición de venganza. Y cuando creía que era sufuciente con reprimir todos los sentimientos y actuar como un animal que copula con un semejante sin plantearse apenas nada más, resulta que no, que hacen falta más cosas. Hace falta que incluso tú te perdones a ti misma. Y otra vez me veo como el gorila del anuncio, me levanto p'arriba, me siento p'abajo.


Ahora, p'arriba. Ahora, p'abajo.


Y entonces te despiertas, qué haces, escribir, perdón.


Fotografía extraída de elaguja.cl

viernes, 4 de septiembre de 2009

Me descojono



Esta es una de las pocas cosas capaces de levantarme el ánimo estos días.

Aparte de ser una metáfora perfecta y dantesca de mi estado anímico -ahora parriba, ahora pabajo-, me permite pasar de depresión a regocijo, y de nuevo a depresión, en cuestión de segundos (lo que dura el vídeo, vamos).

Disfrutadlo.

Bailar bajo la lluvia

Es sabido que, cuando tocas fondo, todo tiene que ir a mejor. Ya conté hace varios meses que, cuando estás sumido en la más completa de las miserias, de pronto te ves dotado de cierto poder. Nada te puede ir peor, las cosas no pueden torcerse más. ¿Existe algo más redondo que un círculo -aparte de dos círculos, claro-? No.

Cuando ya no cabía más tristeza en mi habitación, he resucitado. Y hoy me he descubierto cantando mientras caminaba, como de costumbre. He sonreído cuando he comprado tabaco a la camarera que me ha activado la máquina, a la madre de un niño con el que casi me tropiezo, y a mi madre cuando me ha recordado lo del oculista. Creo que éstos son los primeros pasos para volver a ser feliz.


Continuaré por comerme a dentelladas el poco orgullo que me has dejado. Intentaré mirarte a los ojos, pero me da miedo volver a caerme dentro de ellos. Trataré de tocarte, pero temo quedarme pegado a ti, otra vez.


A mí, que antes no me importaba bailar bajo la lluvia si tú me mirabas desde el balcón, ahora no quiero que otra tormenta me pille sin paraguas.


Fotograma de la película Singing in the rain.

Segundas partes


Nunca fueron buenas, dicen. Excepto en el Padrino, apostillo yo.


Después de meses de receso, me he armado de letras para seguir dándole caña al blog. Si alguien esperaba remotamente mi regreso, helo aquí.


Bienvenidos seáis los nuevos; bienhallados, los antiguos. Un saludo a todos.


Comencemos...